Derecho a ser niña
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La infancia no siempre ha sido reconocida como una etapa sensible y digna del máximo de los cuidados. A lo largo de la Historia ha pasado de ser mano de obra barata a un estorbo, para terminar siendo considerada, hoy día, un bien preciado.
La Declaración de los Derechos del Niño no llega hasta 1959, 30 años más tarde se recogieron todos los derechos en la Convención de los Derechos del Niño. Antes de esta fecha, la idea de que niños y niñas fueran sujetos de derecho era inconcebible, pero hasta mucho después, los abusos a la infancia seguían estando normalizados: desde trabajo infantil a la educación basada en la violencia.
Quizá lleguemos a pensar que hoy día hay un respeto casi excesivo por los menores. Hay cierta tendencia en la actualidad a considerar que los niños están sobreprotegidos, que estos derechos son incluso excesivos porque interfieren en la educación familiar, quizá esta idea surja de la confusión, pero ¿es así?
Entre los derechos de la infancia se encuentran, como en los adultos, la libertad de expresión y el ser escuchado. Es fundamental que podamos entender el punto de vista del menor, lo cual no implica que tengamos que estar de acuerdo. Que los niños y niñas se sientan escuchados y entendidos es de suma importancia para su desarrollo, pero no debemos confundirlo con la ausencia de límites. Los límites son parte del cuidado, siempre y cuando no se excedan en la protección de la integridad del menor. Escuchar a los niños y niñas implica acercarnos a su perspectiva desde el respeto y hacernos cargo de su emocionalidad permitiéndoles vivirla.
También los niños y niñas tienen derecho a la privacidad. Este derecho implica la no exposición en redes. Son muchos los videos que podemos ver en la actualidad de niños y niñas reaccionando de forma “divertida” ante situaciones sorprendentes. Tenemos el impulso de compartir esa ternura privándoles de un derecho reconocido para la infancia. Sería interesante en estos casos plantearnos qué nos lleva a compartir su intimidad y si hay un beneficio para el niño o niña derivado de ello.
Por otro lado, venimos defendiendo en este blog la importancia del juego en la etapa infantil, tal es así, que es un derecho recogido en la Convención ya mencionada: “Derecho de los niños y niñas al juego y a participar en actividades artísticas y culturales”. El contacto con el juego tiene múltiples beneficios de los que hemos hablado. Es nuestro deber como adultos proteger esta actividad y asegurarnos de que los niños y niñas tengan acceso a ella. No debemos confundir el juego con el juguete. El juguete favorece la actividad lúdica, pero no es imprescindible para ella. Permitamos que los niños y niñas desarrollen su creatividad y permitamos que el arte y la cultura sean un vehículo para ello.
Estos son solo algunos ejemplos de los derechos que se recogen en la Convención de los Derechos del Niño de 1989, pero animamos a leerlos y reflexionar al respecto. Quizá el respeto a la infancia esté encontrando su camino pero aún tengamos muchos que andar. Recorrámoslo de la mejor manera posible.
Virginia Burgos