
Pausar las pantallas: una reflexión desde el juego.
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Entendemos los tiempos que corren. El sistema en el que vivimos, la falta de tiempo, el cansancio acumulado. Por eso, entendemos también que hayamos normalizado el uso de las pantallas en todo momento: en el transporte público, cuando nos aburrimos o cuando una conversación se detiene. Es casi un acto automático: sacar el móvil y ver si alguien ha escrito, si hay algo nuevo que mirar.
Esto nos sucede tanto a las personas adultas como a las niñas y niños. La diferencia está en el impacto: en cómo estos dispositivos afectan directamente al desarrollo integral de la infancia, y en cómo estamos dejando de lado cosas esenciales para el crecimiento humano
En Criaturas Infinitas hablamos mucho sobre juego, movimiento y exploración. No solo porque diseñamos materiales, juguetes y espacios lúdicos, sino porque observamos —en escuelas, talleres y plazas— qué pasa cuando no se juega. Qué sucede cuando el cuerpo queda quieto y el vínculo se sustituye por una pantalla. Cuando niñas y niños dejan de explorar libremente, dejan de jugar con los demás y se desconectan del entorno.
Claro que hay datos —y son importantes—: dificultades de atención, problemas de sueño, ansiedad, retrasos en el lenguaje. Todo esto está documentado por organismos como la OMS y UNICEF. Pero más allá de las cifras, lo que más nos interpela es lo que vemos cada día: infancias que no saben qué hacer sin una pantalla delante. Niñas y niños mayores que, frente a nuestros materiales, preguntan: ¿y a qué se juega con esto? ¿está bien si hago esto otro? Adultos que, al decirles “puedes jugar como quieras”, se bloquean. Un melón que ya se abrió en anteriores entradas del blog.
Por eso, nuestro enfoque ha sido otro. En lugar de competir con la tecnología, apostamos por lo analógico, lo físico, lo compartido. Objetos sin instrucciones, que invitan a explorar, a equivocarse, a construir y destruir. Conscientes de cómo cambia el juego cuando se ofrece sin imposición, cuando el espacio está dispuesto para el juego y hay tiempo para descubrir. Con el objetivo de fomentar la creatividad.
¿Quiere decir esto que la tecnología es “mala”? No. Pero sí creemos que necesitamos una pausa. Un momento para observarnos y hacernos preguntas reales:
¿Cuánto tiempo compartimos sin dispositivos?
¿Qué vínculos construimos sin una pantallas?
¿Qué juegos podríamos redescubrir si desconectamos, aunque sea un rato, del mundo digital?
En España hubo un apagón digital que duró cerca de 10 horas. ¿Qué ocurrió? Las plazas se llenaron, los parques cobraron vida, las calles volvieron a ser nuestras. Por unas horas, nos miramos a los ojos, nos hablamos, jugamos como cuando éramos pequeñas y pequeños. Escuchamos. Observamos. Como hacía tiempo no lo hacíamos.
Porque lo que está en juego no es solo el tiempo frente a una pantalla. Es el tipo de infancia que estamos ofreciendo. Y también el tipo de adultez que estamos modelando. El tipo de sociedad que estamos construyendo cuando priorizamos la conexión digital por sobre la conexión humana.
No se trata de eliminar las pantallas, pero sí de recuperar territorios donde el juego vuelva a ser protagonista. Espacios donde el cuerpo tenga voz. Donde podamos volver a habitar el presente a través del hacer, del imaginar, del crear en común.
Y tú, ¿qué espacios podrías proteger del dominio de las pantallas para volver a habitar el juego?