Su parque, mi parque.

Su parque, mi parque.

Las áreas de juego infantiles son espacios de sobra conocidos por madres, padres y cuidadores. Los parques adaptados para el juego son el lugar de encuentro de muchos niños y niñas en las tardes sin colegio.


En estos espacios son comunes los toboganes, balancines y columpios… Pero, ¿están pensados estos parques para las necesidades de la infancia? Ya hemos hablado en este blog sobre la importancia del riesgo para desarrollar la creatividad, explorar y potenciar la autonomía. ¿Permiten los parques este desarrollo?


El psicopedagogo Francesco Tonucci opina que no. Considera que estos parques parecen pensados para encerrar a los niños y niñas de forma que no molesten a los adultos. Cierto es que estos parques suelen tener bares para que los adultos puedan tomar algo mientras sus menores juegan…


Las actividades propuestas por estos espacios tienen poca posibilidad de interpretación, es decir, su jugabilidad está basada en la función para la que fueron diseñados (tirarse por el tobogán, balancearse…). Parecen casi lugares para agotar físicamente a los niños y niñas. Esto limita la creatividad y, por lo tanto, cercena una parte fundamental del juego.


Los parques, en definitiva, son lugares creados por adultos para los niños de otros adultos. Son espacios creados a base de fantasear con lo que los niños y niñas desean o necesitan. El ya mencionado Francesco Tonucci se planteó preguntarles a ellos cómo quería que fueran sus espacios de juego y su respuesta fue sorprendente si la comparamos con los juegos que diseñamos los adultos… Pedían espacios relacionados con la naturaleza, con el agua, la tierra, con la posibilidad de construir.

Espacios potencialmente ecológicos y baratos y que permiten la experimentación, el acercamiento al medio a través de retos progresivos que ellos y ellas mismas podrían regular.


Quizá sea un buen momento para escuchar a los más pequeños, para adaptarnos a su forma de juego en lugar de hacer que se adapten a los nuestros y sobre todo, para jugar juntos.

 

Virginia Burgos

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