La utilidad de lo inútil en el juego y la arquitectura de la infancia

La utilidad de lo inútil en el juego y la arquitectura de la infancia

"Aquello que a menudo se considera inútil —el arte, la filosofía, el juego— es, en realidad, lo que más profundamente nos humaniza."
— Nuccio Ordine

Hemos estado leyendo el libro El juego como función arquitectónica,  y en él Giancarlo Mazzanti no solo reflexiona sobre cómo diseñar espacios para jugar, sino sobre qué papel cumple realmente el juego en nuestras vidas y en nuestras ciudades. El juego, lejos de ser un accesorio de la infancia, es una necesidad vital, una forma de pensamiento, un acto de creación de mundo. Y en ese sentido, lo que a simple vista puede parecer inútil —una estructura para escalar sin destino, un cubo que no almacena nada, una construcción sin función— se convierte en una herramienta de transformación social, cultural y subjetiva.

Inspirado por el pensamiento de Nuccio Ordine, que reivindica la belleza de aquello que no tiene una finalidad económica o productiva inmediata, Mazzanti nos invita a repensar el diseño urbano y educativo desde la potencia de lo aparentemente improductivo. El juego libre, como el arte o la filosofía, no produce objetos de consumo. Produce vínculos. Imaginación. Ciudadanía.

En Criaturas Infinitas nos sumamos a esta idea: los espacios que parecen “inútiles” —porque no enseñan un contenido, no miden un rendimiento, no obedecen a un programa cerrado— son en realidad profundamente útiles. Son necesarios. Son donde la infancia construye mundo, donde el aprendizaje sucede de manera invisible, donde el pensamiento se vuelve cuerpo.

Cuando un niño construye una criatura imposible o inventa una historia con materiales sin instrucciones, está habitando el espacio de lo inútil con la seriedad de quien está descubriendo cómo habitar el mundo. Y eso es arquitectura también. Una arquitectura del juego, del deseo, del encuentro.

Jugar, sin propósito, sin objetivo, sin utilidad… es tal vez la forma más profunda de crecimiento que tenemos.

¿Y si empezamos a valorar lo inútil como lo más necesario?

Regresar al blog

Deja un comentario