Niña jugando con Criaturas Infinitas

¿Por qué seguimos separando juego y trabajo? Una reflexión desde la infancia, el arte y la arquitectura

Durante siglos, hemos asociado el trabajo con productividad, disciplina y utilidad, mientras que al juego —y por extensión al arte— lo relegamos al ocio y a lo “no esencial”. Esta dicotomía cultural, profundamente enraizada en Occidente, no solo da forma a nuestras ciudades y escuelas, también condiciona cómo concebimos el aprendizaje, la creatividad y el valor de las experiencias.

¿Y si el juego no fuera el opuesto del trabajo, sino una manera legítima de construir conocimiento, vínculos y ciudadanía? Como sostiene Carlos Churba, el juego no es una pérdida de tiempo, sino una herramienta creativa indispensable. Inventar, explorar, experimentar: el juego constructivo permite desarrollar nuevas formas de habitar el mundo 

Desde la Revolución Industrial, hemos segregado espacios del trabajo (fábricas, oficinas, aulas) y del esparcimiento (parques, patios, salas de juego). En la escuela, primero se trabaja, luego se juega… como si el aprendizaje por juego fuera un premio opcional. Pero este modelo ignora que el juego ya es un trabajo simbólico, donde se practican habilidades clave: desde regular emociones hasta resolver conflictos.

En la arquitectura, estos espacios lúdicos no son meros decorados: son laboratorios vivos de convivencia y creación colectiva, capaces de transformar cómo nos relacionamos con el entorno.

El arte como el juego comparten una cualidad esencial: abren preguntas, no cierran respuestas. Ambos permiten diseñar sin instrucciones, abrazar lo inesperado y explorar sin un fin inmediato. Esta lógica se opone al modelo productivista, que exige utilidades inmediatas y resultados cuantificables.

En proyectos como los de Criaturas Infinitas, no buscamos enseñar un contenido concreto, sino crear condiciones (tiempo sin reloj, materiales abiertos, acompañamiento sin dirección) para que el juego suceda. Así afirmamos que el arte y el juego no son lujos, sino necesidades esenciales para el pensamiento y la experiencia.

Invitamos a replantear nuestros entornos:

  • ¿Qué espacios pueden transformarse para que el juego no se guarde para después?

  • ¿Y si los adultos también saliéramos del guión de la productividad?

Porque, el juego es la semilla de la creatividad y la innovación, capaz de integrarse al trabajo y transformar esa dicotomía en una alianza poderosa para aprender, convivir y construir comunidad .

Te invitamos a conocer nuestros o explorar propuestas como:
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